Friday, January 05, 2007

Cerecita, pueblo fantasma



Mi recuerdo del pueblo fantasma viene de las películas de vaqueros. También de los domingos de televisión con arroz con cangrejo de La Chimenea y viendo Jim West. Luego, he visto pueblos fantasmas a lo largo de mi vida varias veces, generalmente camino a la Costa.
La semana pasada pude viajar a la Península para recibir el año y entre otras cosas, me fui fijando en la “autopista” Guayaquil-Salinas, de la que podríamos decir mucho, aunque yo me encargo de los detalles, esos que se ven nimios, pero que son fundamentales. Hay en esta vía árboles sembrados, luego una especie de matorral que da flores, supongo yo que no se les ocurre que necesitamos sombra, y en otros sitios hay unas varas metálicas que nadie sabe para qué son,
ya después de Progreso no hay “adornos”.
La famosa autopista ya no pasa por los pueblos. Cerecita, Progreso, Buenos Aires y Zapotal sólo podrán ser vistos si queremos entrar a ellos. La justificación del prefecto del Guayas es que “así son las autopistas del mundo”, no se pasa por ellas, así es en Estados Unidos.

Es cierto, así es en Estados Unidos, pero por qué la comparación como si los pueblitos norteamericanos estuvieran sumidos en la miseria y en el olvido. Desde hace años que estas poblaciones viven de la venta de comida, agua, cocos helados y demás que hacen a los viajeros de las playas. Es la única forma de supervivencia que conocen. Otros se dedican a la agricultura que gracias al trasvase de la represa del Azúcar, ha florecido. Muchos, también, venden al borde del camino su producción de pimientos y tomates gigantes, sandías, papas, mangos y ciruelas. Verlos trabajando en los bordes de los caminos daba la imagen de un pueblo pujante, emprendedor que intenta salir del destino al que está sometido.

La imagen que tuve de Cerecita fue deprimente. Casas cerradas, comercios quebrados, sin niños jugando en las veredas y unas cuantas personas asomadas a las ventanas, para ver algún bus. Qué impresión tuve de que Cerecita se había convertido en un pueblo fantasma y que yo iba en un caballo buscando algún bar para refrescarme del sol.
Es el desarrollo me dijeron varias personas con las que comenté esta situación. ¿No se supone que el desarrollo crea progreso y bienestar? ¿No se supone que si se construye una “autopista” se debe pensar en las personas que viven cerca de ella?

Cuando se acabó el año pensé en Cerecita , pueblo fantasma y en los otros que no conozco, pero que abundan. Me acordé de la mujer vieja que miraba por una ventana.

3 comments:

Anonymous said...

Soledad y ausencia. Vacío de esperanzas. Eso es lo que hay en estos pueblos olvidados. ¿Carreteras gringas? Sí, dicen, pero con pueblos bien ecuatorianos. Una perla más de las autoridades, esas que pregonan las ciudades del "mírame y no me toques", con sabor a Miami. ¿Progreso? Suena tan paradójico (¿patético?) cuando volteo la mirada a Progreso (la población) y vuelvo a ver cantinas en donde muchos matan los días, todos iguales. Todos vacíos. Ausentes.

César Eduardo Galarza said...

Finalmente eso es lo que han "elegido" los que eligieron, y vaya ahí con el cuento de que "representamos la voluntad del pueblo" y por eso no se han creado líneas de comunicación con ese mismo pueblo, asumiendo que con el voto ya todo se da por aceptado. El socialcristianismo ha creado al elector dejando fuera de las posibilidades del individuo el poder ser ciudadano. Esto no es una religión, no se trata de librarnos de pensamientos y responsabilidades, los prefectos y alcaldes son los primeros servidores públicos, no los mandamaces. Así que ir pensando en cómo rebatimos este camino feudal y recuperamos la administración de nuestras ciudades y cantones, el control de nuestros servicios básicos y su eficiencia. En fin... para no terminar siendo pueblos fantasmas dentro de nosotros mismos.

Atte, querida Extraña (feliz año)

El Escaparate

Anita said...

el señor escaparate...