Wednesday, January 31, 2007

In her shoes



Noche calurosa, media llovizna de amanecer y mañana gris. Hoy no quiero trabajar, tampoco quiero leer, así que ahí está el cable que veo de vez en cuando, y como todo lo que veo en televisión es accidentado, mutilado, cortado, por episodios, espero coger algo que haya visto hasta la mitad y que pueda continuar. No sé si les he dicho lo de la continuidad, yo creo que sí, pero ahora mientras escribo dudo.
Así que me detengo en la película con Toni Collete y Cameron Díaz, la de las dos hermanas distintas, tanto que luego una no puede creer que se amen tanto. Esa en la que la hermana menor y bonita se acuesta con el novio de la hermana mayor e inteligente, y por supuesto, no tan bonita porque no podría ser de otro modo.
La verdad lo que ocurre entre ellas no me importa mucho a no ser que por ese hecho la bonita, o sea Cameron Díaz tiene que huir a Florida en busca de una abuela perdida (Shirley MacLaine) y vivir con ella en un ancianato, mejor llamado en la película como Casa de retiro para personas mayores. Hay un viejito que ya no puede leer y la bonita-Cameron tiene que leerle por pedido expreso del anciano. La bonita tiene un problema, el anciano lo identifica porque ha sido maestro y digamos que le muestra cómo amistarse con las palabras. El libro que lee Maggie, la bonita Cameron es un libro de poemas de Elizabeth Bishop y justo el poema que debe leerle al viejito es uno sobre dejar ir o perder cosas. Primero cosas reales, le dice Maggie con tirabuzón al anciano que le pregunta sobre lo que acaba de leerle, luego, le dice que la poeta habla de perder cosas demasiado grandes, como un continente, un río. En otras palabras sobre perder cosas simbólicas porque ni aunque quisiéramos nos pertenecen los elementos de la naturaleza, sino más bien todo lo contrario.
La bonita y no tan inteligente Maggie sabe que se trata de expresar lo que no puede decirse, y yo estoy pensando que es una gran película, cuando en realidad es muy mala, y sólo porque ese momento de la lectura del poema es fabuloso.

Yo que ando como Elizabeth Bishop meditando en la geografía, en los desplazamientos y en los desajustes decido buscar y buscar información sobre esta autora. Lejos están las imágenes de In her shoes, la película que me trae a Bishop.
Por algún motivo poco lógico lloro porque no voy a poder encontrar en ninguna librería un libro de Elizabeth Bishop, o lloro porque el poema que la tonta Maggie leyó en la película era sobre la pérdida, o porque aunque lo lea nadie más tal vez lo haya leído y si lo hay quién sabe dónde está.

Es la geografía del amor, me repito. Es la geografía del amor. En los zapatos que luego me coloco dispuesta para salir, recuerdo otros zapatos que he tenido. Los que llevo puestos hoy han recorrido y soportado, sobre todo soportado. ¿Y lo que han visto esos zapatos? Han visto desde abajo, siempre desde abajo, así que me detengo un ratito en la puerta para decirles que mejor yo les voy a contar, y que si quieren ya no tendrán que ver nada más. Total, en la geografía del amor hay muy poco qué decir.
Ya lo decía Bishop en sus poemas que luchan por no revelar su propia vida. Luego del wikipedia entra a un artículo del New York Times que habla de una novela que narra la historia de Elizabeth Bishop y su amante brasileña Lota de Macedo Soares. Una historia de 15 años que duró hasta que Lota se suicidó allá por el año 67.
De Boston hasta Santos en Brasil, en barco, y luego a París y después a Boston otra vez, o a la casa de New Haven. Todo este territorio para transitar en una paz aparente, una paz que jamás le devolvería a Lota, ni los quince años en Brasil. "Perder un continente, perder un río", eso fue lo que escribió Bishop.

Thursday, January 25, 2007

Autoconstruir una vida


Hace nueve años el invierno fue tan fuerte que la comunidad Judith Ortega de Milagro se sumergió dos metros bajo el agua. Hoy, aunque las lluvias todavía son débiles, el municipio de esta ciudad empieza a rellenar lo que puede.
Durante el trágico invierno del Niño, Salma Cerezo Pilco tuvo que cambiar su domicilio y supo que otras personas que conocía se albergaron en la Universidad Estatal. También se enteró de que una fundación donó alimentos, vestimenta y medicinas.
Después del fenómeno de El Niño las personas regresaron a Judith Ortega, y aunque el nivel de agua estaba bajando, la destrucción de lo poco que tenían saltaba a la vista. Las donaciones siguieron llegando y la ayuda de Hogar de Cristo, la fundación que se encarga de dotar de un techo a los que no lo tienen proporcionó casas a casi 150 personas de este sector. Esta intervención fue trascendental, sobre todo para la vida de Salma Cerezo Pilco, que empezó a frecuentar las charlas, talleres y a recibir los beneficios de los programas de alimentación que las fundaciones habían emprendido en Milagro. Como habitante de uno de los sectores más deprimidos de la ciudad, los suburbios milagreños, esta mujer se dio cuenta de que estas organizaciones hacían lo que los gobiernos jamás habían hecho.
“Recuerdo que las casitas costaron un millón cuatrocientos mil sucres, y se daba una entrada de 200.000 y se pagaba 50.000 sucres mensuales. Después de un tiempo, llegaron los proyectos de otra fundación" Ella se refiere a Un kilo de ayuda de Nobis, por el cual mensualmente las familias inscritas reciben víveres que ayudan a completar la deficitaria canasta familiar.
Hasta esta época Salma no estaba involucrada en el trabajo de las fundaciones, aunque le pareció que podía aplicar a un trabajo con ellas.
Salma, que nació en Naranjito y que se mudó a Milagro después de haberse casado , me cuenta que había estudiado Marketing en la Universidad, por lo tanto intentó conseguir un trabajo en la Fundación Nobis. “El problema era que mi título no era compatible con lo que hacían ellos, así que de todas maneras comencé a ayudar en lo que podía. Colaboré con los censos, con las entrevistas, era como si fuera una especie de secretaria”.


Con el tiempo, por su tenacidad y don de gente, se ha convertido en promotora para el programa del FODI, instaurado por el Ministerio de Bienestar Social “Queremos ver en el niño el máximo desarrollo, y por eso visito las casas de las madres inscritas en el programa para enseñarles a estimular a sus hijos. Mi trabajo es de horario completo”.
Mientras Salma cuenta su experiencia en el trabajo comunitario, observa cómo una volqueta del Municipio rellena el camino lodoso. Ella ha estado vigilando el proceso todo el día porque sus vecinos se lo han pedido. Cuando necesitan que alguien hable, Salma es la primera persona en la que piensan. Mientras conversamos los vecinos se van acercando y en los pocos silencios que deja Salma, van diciendo algunos de sus problemas. En las casas cercanas las mujeres mayores se asoman por las ventanas y nos hacen señas para que vayamos para allá.
“A pesar de que había trabajado antes, era distinto; hoy estoy más vinculada con las personas. A veces hasta me toca ser confidente. Me gusta ayudar al prójimo, sin esperar nada a cambio”, es lo que dice Salma que habla por los otros también.
"Aquí en Milagro no hay empleo, sólo los que trabajan en el Ingenio lo tienen y el resto de gente dice que se va a palear por allá lejos, o a dónde sea".
Mañana Salma supervigilará la entrega de materiales para un programa de autoconstrucción de viviendas, una vez más, que organismos no gubernamentales envían para la comunidad Judith Ortega.

Monday, January 15, 2007

¿Inocentes juegos?


Los juegos que me gustan están ligados a mi infancia y sospechó, por alguna razón que todavía no alcanzo a vislumbrar, que tienen que ver con muchas situaciones de mi vida actual.
Primero el pokino, no sé si se escribe de esta manera , lo cierto es que en la casa de mi abuela jugaban pokino por las tardes, luego los juegos de naipe digamos infantiles: la burra pintada, quita montón, el hueso; más adelante telefunque, pokar, 21 y 40.
El parcheese me viene por el lado materno; ese me parecía lo más divertido, hoy no tanto. También pasé por la etapa de la macateta, las canicas y el dominó.
Mi background de juegos es amplio, y sé que con el tiempo una les va buscando más complejidad porque domina los más sencillos; en esa búsqueda hay hallazgos, siempre los hay. Las damas chinas, el ajedrez y los juegos de mesa más modernos como el Operation, el Risk (no lo jueguen siempre hay peleas y esa no es la idea) y el Clue, este último inigualable.
De adulta-adulta, o sea después de los 25 según yo, experimenté los casinos, las máquinas tragamonedas- a estas últimas había ido sólo en el hotel Miramar de Salinas mientras mis padres jugaban en el casino cuando tenía unos 8 años- y la ruleta. Hace unos años mi papá me contó que amobló la casa ganando la ruleta en ese casino. Yo me maravillé y empecé a comprar la lotería de vez en cuando porque empecé a creer en la suerte.
Mi papá compraba el entero en otras época, y una vez se olvidó de comprar su número y me mandó a mi, con la especificación de que le llevara los guachitos que terminaran en 2. Yo, desobediente por naturaleza le compré en 1 y en 3, y se ganó algo así como un millón de sucres. Creo yo que debe haber sido 1993 más o menos.
¿Se acuerdan del trencito millonario? De ese me hice adicta y la adrenalina se me subía cuando raspaba el segundo casillero y me coincidía con el primero porque según yo, la próxima sería igual y me ganaría el cuadro por cuatro.
Parece que la afición al juego me viene por los dos lados, porque mi mamá me ha contado que mi abuelita participaba en todo concurso y sorteo que había. Ahora, mientras empiezo a recordar, también me gustaba llenar los álbumes con los cromos, el de la vuelta al mundo en ochenta días, el de historia del Ecuador, y mucho antes que estos algo sobre personajes de Disney que venían en las tapas de las colas.

Hoy, ya no creo en la suerte, pero el gusto por el juego creció en mí, tanto, que cada salida a un centro comercial intento dar una vuelta por los sitios en donde venden juguetes. Mi mala suerte es que a mi mejor amiga no le gustan los juegos y cuando acepta jugar, scrable por ejemplo, me dice que sólo lo hace para darme gusto. Cuando encuentro alguien que disfruta de los juegos de azar, me sorprendo, me empatizo con la persona, pero todo esto dura poco, o mejor dicho, dura lo que dura la plata que una ha llevado al Casino.

Si cada vez se buscan juegos más complejos, ¿qué significa esto? ¿Invaden los juegos el terreno personal? ¿Será que vamos por ahí buscando algo más complejo para superarlo, o será sólo el simple ánimo de jugar? Otra vez los límites, los límites que me dicen que vaya con mucho cuidado, como si eso no fuera también un juego.

Tuesday, January 09, 2007

Restaurar

Sólo una pequeña habitación silenciosa es capaz de devolverme la templanza. Y el trabajo, también. Son las dos únicas situaciones en las que pretendo ejercitar la coherencia, y eso es lo que se muestra. En otras palabras no importo yo, no me importo a mí misma, o deseo que por un largo período así sea. Hacia fuera, el mundo exterior trae mucho ruido, conversaciones, proyectos de trabajo. Hacia fuera parece que hubierea un camino por recorrer, cosas por hacer, vida por vivir.
Es la única lección clara que aprendí de otra persona en el pasado, o tal vez la única que tiene sentido y que recién ahora logro comprender. Mucho trabajo para desviar lo que ocurre conmigo, mucho trabajo para olvidar, para acabar con la memoria personal que produce vértigo y sueños de terror en donde conozco a los protagonistas, y son tan vívidos que prefiero tener insomnio que sufrir en el sueño que debería ser reparador.
La pregunta que me hago es cuál es mi límite, si hay algo más por terminar, si hay algo más por destruir u odiar. O si simplemente se trata del paso del tiempo. Para responderme ensayo ritos adivinatorios, le pregunto a mi tarot, le exijo una respuesta.

Sunday, January 07, 2007

Ascensión en sábado


Guayaquil en sábado invernal en el cerro. Cerca de Faro de Luna miramos los lechugines con el celular que trae llamadas que nunca serán contestadas y mensajes agradables de los amigos que ya no estarán más.
Era el último día de mi querida amiga Mari en la ciudad; nunca supe lo importante que era este viaje para ella hasta que llegó y conversamos como nunca porque ya no vive aquí y como siempre porque mantenemos el diálogo. ¿Qué hago con los recuerdos?, me dijo una noche cuando regresábamos en un taxi a nuestras respectivas casas. “Creo que deberías quemarlo todo”, le dije sinceramente, aunque después añadí una de mis frases graciosas que me salvan de la tristeza, creo que fue algo así como : “Mira quién te lo dice, el burro hablando de orejas”. No sé si el dicho estaba bien, pero eso fue lo que dije y me imagino que comprenden qué significa.
Cuando llegué a mi casa esa noche pensé si ella estaba libre por fin del pasado, porque en apariencia eso es lo que yo había creído, y sin embargo, algo me decía que no era así. Creo que fue esa noche que empezó mi padecimiento, todavía no estoy muy segura, pero hoy estoy cansada para averiguarlo. Me corrijo, ya siempre estoy cansada.
Subir las escalinatas despacio, pidiéndole permiso al sol y a la humedad y al propio cuerpo tiene su recompensa. Y yo hubiera podido estar con mi amiga y no la eligí. ¿por qué no lo hice?

Desde el Faro de Luna se puede ver abajo la Numa Pumpilio Llona, el proyecto de puerto Santa Ana, los gatitos de las casitas regeneradas, la ropa lavada en los cordeles, las ruinas y los rastros de un pasado, que está casi perdido. El río era lo único fijo y móvil al mismo tiempo, y también lo éramos nosotras. ¿Cuántas veces había subido yo esas mismas escalinatas sola o acompañada por otras personas? Unas ya no están, otras mejor que no estuvieran.

Bajar las escalinatas es otra cosa, no hay peso que cargar, el cuerpo se aliviana, aunque sea en apariencia.
Fue una tarde agradable, demasiado pensé en algún momento, y cuando eso ocurre ya se sabe cómo terminará todo. No me queda más que pensar que ojalá la historia no se repita, en si yo pudiera de verdad hacer algo, pero no puedo. Estoy segura de que no siempre tiene que ser igual, pero en la experiencia siempre ha sido igual.
Fue una buena tarde, fue el final de un episodio, de un período, y de una historia. ¿Se dan cuenta de que como lo digo es como si la historia fuera lineal?, pero ya sabemos que eso también es una trampa, la simultaneidad es lo único cierto. Historias, bah, ¿qué es lo que nos traen de verdad? Qué inútil, qué triste.

Friday, January 05, 2007

Cerecita, pueblo fantasma



Mi recuerdo del pueblo fantasma viene de las películas de vaqueros. También de los domingos de televisión con arroz con cangrejo de La Chimenea y viendo Jim West. Luego, he visto pueblos fantasmas a lo largo de mi vida varias veces, generalmente camino a la Costa.
La semana pasada pude viajar a la Península para recibir el año y entre otras cosas, me fui fijando en la “autopista” Guayaquil-Salinas, de la que podríamos decir mucho, aunque yo me encargo de los detalles, esos que se ven nimios, pero que son fundamentales. Hay en esta vía árboles sembrados, luego una especie de matorral que da flores, supongo yo que no se les ocurre que necesitamos sombra, y en otros sitios hay unas varas metálicas que nadie sabe para qué son,
ya después de Progreso no hay “adornos”.
La famosa autopista ya no pasa por los pueblos. Cerecita, Progreso, Buenos Aires y Zapotal sólo podrán ser vistos si queremos entrar a ellos. La justificación del prefecto del Guayas es que “así son las autopistas del mundo”, no se pasa por ellas, así es en Estados Unidos.

Es cierto, así es en Estados Unidos, pero por qué la comparación como si los pueblitos norteamericanos estuvieran sumidos en la miseria y en el olvido. Desde hace años que estas poblaciones viven de la venta de comida, agua, cocos helados y demás que hacen a los viajeros de las playas. Es la única forma de supervivencia que conocen. Otros se dedican a la agricultura que gracias al trasvase de la represa del Azúcar, ha florecido. Muchos, también, venden al borde del camino su producción de pimientos y tomates gigantes, sandías, papas, mangos y ciruelas. Verlos trabajando en los bordes de los caminos daba la imagen de un pueblo pujante, emprendedor que intenta salir del destino al que está sometido.

La imagen que tuve de Cerecita fue deprimente. Casas cerradas, comercios quebrados, sin niños jugando en las veredas y unas cuantas personas asomadas a las ventanas, para ver algún bus. Qué impresión tuve de que Cerecita se había convertido en un pueblo fantasma y que yo iba en un caballo buscando algún bar para refrescarme del sol.
Es el desarrollo me dijeron varias personas con las que comenté esta situación. ¿No se supone que el desarrollo crea progreso y bienestar? ¿No se supone que si se construye una “autopista” se debe pensar en las personas que viven cerca de ella?

Cuando se acabó el año pensé en Cerecita , pueblo fantasma y en los otros que no conozco, pero que abundan. Me acordé de la mujer vieja que miraba por una ventana.