Tuesday, December 26, 2006

Al fuego





María Marcillo hace caretas con retazos de diario El Universo. Ella y toda su familia se dedican a este negocio de tradición que los mantiene durante tres meses, luego vuelve a sus habituales actividades de lavandera o cocinera y así todos los años.
En toda la calle Seis de marzo del sur de Guayaquil los podemos ver, también a los nuevos muñecos que han reemplazado a los antiguos años viejos de acerrín. María Marcillo se relaja y piensa en la plata, en si todos los meses fuera 31 de diciembre.





Así van quedando. Hacer caretas puede tardar tres días porque hay que esperar que se sequen. María Marcillo prefiere usar almidón y dejar secar al sol. En esta época cualquier lluviecita puede costar caro, así que las coloca debajo de un techo de zinc. Así las caretas parecen cementerios de cal.



Y pensar que después de esto ya se las puede quemar. Hacerlas, secarlas, pintarlas para que ardan. Nacen para morir igualito que los seres humanos, ¿será por eso que mientras las fotografiaba me decían cosas, me contaban sus historias, sus llantos?

Monday, December 18, 2006

Raro fatal

Los encuentros son interesantes, no importa si estamos huyendo o queremos afrontar las situaciones. Mi encuentro de ayer me mostró que se puede restituir el orden perdido, los diálogos, las amistades.
Hace mucho tiempo tuve un amigo, pero creo que la distancia nos separó. De esta amistad recuerdo mucho los diálogos, algo tan difícil de lograr y de mantener. Cuando pienso en este tema me miro y miro a otras mujeres porque yo creo que los diálogos y las relaciones para nosotras tienen que tener continuidad, y ya sé que estoy generalizando, pero sinceramente lo discontinuo puede llegar a ser perturbador, es como si tuviéramos la necesidad de ir tejiendo una gran colcha de retazos para darle sentido a las cosas, estamos siempre armando, cuidando, complaciendo, en fin, todas estas cosas que me hacen poner de mal genio porque no puedo escapar de ellas, aunque intento.
Pero bueno, decía que tuve este encuentro con un amigo que me hará un enorme favor, y que además me apoya con mis planes más que nadie. Yo que andaba dispersa pensando estupideces que no valen la pena, y gastando mi tiempo en la cotidianidad, adoré sentarme a conversar sobre lo que sí tengo que hacer y que he postergado.
Después de una hora de espera en una librería que aproveché para fisgonear libros por fin llegó y hablamos y hablamos y de repente muchas cosas tomaron sentido. La primera es que el diálogo tiene un papel fascinante en mi vida. Mis amistades y mis antiguas relaciones se han fundamentado en él. Luego, que no puede haber autoengaño, he elegido que el diálogo siga rigiendo mi vida. No más interpretaciones, solo lo dicho...
Luego viene toda esta conversación sobre las relaciones y sus nudos y luego esta revelación que llega a la conclusión es que nadie escoge a nadie, y que si se pudiera el mundo sería irreal.
Él menciona esta unión rara fatal que lo une a ciertas mujeres, por alguna razón, el sexo puede verse como una perdición y las relaciones como algo siniestro. Me gusta la palabra siniestro, y me repito eso de raro fatal y nos reímos muchísimo por lo cursi y por lo cierto.
Habrá continuación

Thursday, December 14, 2006

Allí donde la vestimenta se abre

"El texto que usted escribe debe probarme que me desea. Esa prueba existe: es la escritura. La escritura es esto: la ciencia de los goces del lengüaje, su kamasutra (de esta ciencia no hay más que un tratado: la escritura misma)".
Pues no tengo mucho qué decir ni qué decirme, sólo que gracias a que ya tengo saldo otra vez, ocurrió. Mañana lo de la noche será historia, pero mientras, es una invitación para salir del aburrimiento y de la rutina. Una verdadera invitación que esta vez no rechazaré. Por la noche y porque prometo lo que cumplo, casi siempre.
"El placer del texto es similar a ese instante insostenible, imposible puramente novelesco que el libertino gusta al término de una ardua maquinación haciendo cortar la cuerda que lo tiene suspendido en el momento mismo del goce".

Sunday, December 10, 2006

A dos velas


En mi casa mandamos a lavar la ropa fuera y me quedé sin sábanas limpias; el resultado fue una pésima noche a colchón pelado, con un poco de frío y muy mala respiración porque la gripe me dura mucho más por ser alérgica y casi asmática.
Sábado, mediodía. Hipermarket de la avenida Francisco de Orellana. Lo odié por enorme, desordenado, abarrotado de personas que se chocaban unas a otras sin decir una palabra. El ruido de la multitud es apabullante en la ciudad; no importa si estás en el centro o en un centro comercial.

Retroceder un día. Es viernes y quiero tomar muchos vodkas, pero en grupo. Esto de querer tomar unos tragos no es muy usual, pero cuando aparece el deseo nada mejor que saciarlo. El problema es que no quería tomármelos sola. El pequeño límite estuvo en el cansancio; sí, cansancio de pensar mucho, de otra vez romper y luego empezar otra vez, y ahí, justo cuando estaba en estas meditaciones, me agoté.
¿Qué hace una mujer que cree que quiere estar con alguien que le da toda la impresión de que en realidad no quiere estar con una? ¿Cierra el capítulo, o sigue y sigue igual que el agua del río, sin llegar a ninguna parte? ¿Qué es una parte? ¿A dónde quiere llegar? ¿O será mejor hacer lo que a una le plazca y si todo es satisfactorio para una simplemente estar? No, no, no. Tres veces un no es como un sí.

Volver al futuro. La llamada llega el sábado al caer la tarde. Dos velas se presenta en la plataforma del MAAC y ahí estoy junto al público peso pesado de Guayaquil. Habría que hacer un documental del comportamiento de ciertos grupos sociales y ver cómo reaccionan a los estímulos del arte y de los espectáculo culturales, en general. Los tres rumberos de Jerez de la Frontera aupando al público para que se pare, para que cante, para que baile y nada. Eso sí, un poco más de whisky y con la última canción, Con la gente que me gusta las mujeres estaban casi en el escenario de los españoles que luego se iban a Dadá a rematar la noche. Yo estuve sentada en una mesa esquinera y si quiera vi unas 10 rubias tan, pero tan parecidas, que no sabía si era el efecto multiplicador de los tragos o la falta de identidad o precisamente la identidad de los guayaquileños clase alta. Y podría seguir con la ropa, todas las mujeres vestidas iguales, con los mismos colores, el mismo estilo. Son los que pagaron 35 dólares para ver a Dos Velas.

A Dos velas. por fin conozco a la chica chico en La Taberna. Esta historia tiene episodios que empiezan en el blog de una conocida. La cuestión es que el aburrimiento lleva a muchos lugares y a veces, cuando se llega a ciertos sitios es difícil volver. Siempre es difícil volver; el pasado pesa demasiado o a veces recordamos que nos sentimos tan bien, tan agradables que lo preferimos a este estar en un presente anodino. He llegado a la conclusión de que el cariño es muy deseable; lo digo porque en algún momento era una mujer-placer anti demostraciones de afecto. Hoy me complacen aunque vivo mi propio patín.

Baño de la Taberna. no estoy muy segura de lo que pasa en este bebedero, pero sí de lo que ocurrió en el baño. Al principio disfruto mucho de la idea de dar rienda suelta a todo, pero cuando la noche termina y veo el estado en que ha quedado mi amiga, por unos instantes, me aterro de la descolocación, del descentramiento. Primero pienso en mi amiga que ha entrado en pánico, cuando se ha recuperado un poco terminamos la noche en Ojos de perro azul, en la barra, con humus, una cola de dieta y una cerveza. Tomamos un taxi y yo llego a mi colchón de a Dos velas y pienso en la chica chico, un poco abatida porque no se da cuenta de que todo fue un juego. Pienso en sus ojos negros mirando extasiada algo que no es real. Siento chuchaqui moral por cómplice y encubridora,y aún no ha amanecido. El calor del invierno se deja sentir, así que la ropa no es necesaria; la piel se pega al colchón y siento, siento mucho. He hecho una digresión, hubo mucho más.

Sunday, December 03, 2006

Vagando por las calles

Guayaquil es una ciudad para vagar, pero cuando no hay sol. Ayer hubo sol, ayer no pude vagar, entiéndase esto como caminar por las calles del centro y ver. ¿Cambia nuestra mirada de ver si vamos solas o acompañadas? Sí, cambia demasiado, por ejemplo, ayer me di cuenta de que me gusta vagar sola.
Hay una afición en esta ciudad por “engalanar balcones” con lucecitas diminutas, yo creo que desde que El Universo hacía los concursos de los balcones engalanados; concurso que ganaba el que más foquitos tenía, es decir, que era un premio a la abundancia, como para contrarrestar la pobreza real, que en algunos casos, vivía la familia triunfadora, y no sólo ellos sino también la ciudad, casi totalmente.
Aunque yo hable desde un ayer que era día y no de la noche, se me vino todo este lucerío a la memoria, la más traidora de las amigas, y finalmente la única que importa.
Un caldo de salchichas en Aquí es Yulán puede ser el mejor bálsamo para una borrachera, mientras cucharada a cucharada disfrutaba del líquido caliente, la oscuridad de sus aguas me parecieron un caldero que me devolvió mi imagen trasnochada. Antes de llegar a Yulán caminé por la Piscina Olímpica y el olor a orine era abrumador. Ya se me había olvidado este olor tan característico de Guayaquil. Guayaquil, sigues oliendo a orine.

Buscar una película en puestos piratas de la pirata Bahía se me está haciendo clásico; quiéralo o no, el hallazgo de un tesoro es un motivo eterno. Eso, y luego ver las películas en la tranquilidad de una casa ajena fueron lo mejor del día. El último tango en París me gustó más que cuando la ví por primera vez. El perfume empezó muy bien, pero se me hizo pesada, además, adoré ese libro y no me podía despegar de su ritmo; eso sí, las primeras escenas de El Perfume son fascinantes. ¿será que hay momentos que valen más que toda una historia? Ayer me pareció que sí.

La ciudad en sábado por la mañana estaba convulsionada por el mes, y empiezan mis padecimientos hasta que por fin se acaba el año. Mientras tomaba una botella con agua en una picantería de esquina cerca de la bahía pensé en la atención al cliente, en el aburrimiento, en la noche anterior y en las buenas conversaciones, en los celos de los amigos que seguramente no se dan cuenta de que los padecen, en el día de domingo que me recordaría que mañana es lunes, y en los pocos días que faltan para que lleguen los amigos perdidos por la distancia y en las conversaciones abiertas, sinceras en donde las cosas se dicen y no se guardan, en donde el afecto está asegurado porque se demuestra y se dice. Qué importante que es decir, que alivio se siente no tener que intuir, sino sólo corroborar que nuestra presencia se desea o es muy necesaria. Ayer sufrí de extrañamiento en el puerto. De ese extrañamiento que me recuerda quién soy.
En la picantería hubo una brisa que me trajo el olor del río y pensé en la muerte. Cuando llegó la cuenta desperté de mi ensoñación de sábado por la mañana y tuve la necesidad de llegar a casa, a mi ex cama, a mi ex casa, pero eso ya no existe.
¿Qué existe? Parece que nada de lo que no sea yo existe. Sólo soy yo en la más intensa de las soledades. Una vez más me repito, en la más intensa de las soledades viviendo mi película muda. He sido un accesorio, soy un accesorio. ¿siempre seré un accesesorio? Por eso digo Good night and good luck, ahora sí presencio mi propia muerte, una muerte simbólica y necesaria.