Sunday, January 07, 2007

Ascensión en sábado


Guayaquil en sábado invernal en el cerro. Cerca de Faro de Luna miramos los lechugines con el celular que trae llamadas que nunca serán contestadas y mensajes agradables de los amigos que ya no estarán más.
Era el último día de mi querida amiga Mari en la ciudad; nunca supe lo importante que era este viaje para ella hasta que llegó y conversamos como nunca porque ya no vive aquí y como siempre porque mantenemos el diálogo. ¿Qué hago con los recuerdos?, me dijo una noche cuando regresábamos en un taxi a nuestras respectivas casas. “Creo que deberías quemarlo todo”, le dije sinceramente, aunque después añadí una de mis frases graciosas que me salvan de la tristeza, creo que fue algo así como : “Mira quién te lo dice, el burro hablando de orejas”. No sé si el dicho estaba bien, pero eso fue lo que dije y me imagino que comprenden qué significa.
Cuando llegué a mi casa esa noche pensé si ella estaba libre por fin del pasado, porque en apariencia eso es lo que yo había creído, y sin embargo, algo me decía que no era así. Creo que fue esa noche que empezó mi padecimiento, todavía no estoy muy segura, pero hoy estoy cansada para averiguarlo. Me corrijo, ya siempre estoy cansada.
Subir las escalinatas despacio, pidiéndole permiso al sol y a la humedad y al propio cuerpo tiene su recompensa. Y yo hubiera podido estar con mi amiga y no la eligí. ¿por qué no lo hice?

Desde el Faro de Luna se puede ver abajo la Numa Pumpilio Llona, el proyecto de puerto Santa Ana, los gatitos de las casitas regeneradas, la ropa lavada en los cordeles, las ruinas y los rastros de un pasado, que está casi perdido. El río era lo único fijo y móvil al mismo tiempo, y también lo éramos nosotras. ¿Cuántas veces había subido yo esas mismas escalinatas sola o acompañada por otras personas? Unas ya no están, otras mejor que no estuvieran.

Bajar las escalinatas es otra cosa, no hay peso que cargar, el cuerpo se aliviana, aunque sea en apariencia.
Fue una tarde agradable, demasiado pensé en algún momento, y cuando eso ocurre ya se sabe cómo terminará todo. No me queda más que pensar que ojalá la historia no se repita, en si yo pudiera de verdad hacer algo, pero no puedo. Estoy segura de que no siempre tiene que ser igual, pero en la experiencia siempre ha sido igual.
Fue una buena tarde, fue el final de un episodio, de un período, y de una historia. ¿Se dan cuenta de que como lo digo es como si la historia fuera lineal?, pero ya sabemos que eso también es una trampa, la simultaneidad es lo único cierto. Historias, bah, ¿qué es lo que nos traen de verdad? Qué inútil, qué triste.

6 comments:

Anonymous said...

Mis piernas suelen temblar más a la bajada que a la subida, que bien puede ser una metáfora o algo infinitamente más sencillo como por ejemplo que las piernas están cansadas después de la subida (peor si es al faro del cerro).

Lo mejor que se puede hacer con el pasado es aprender a vivir con él, porque eso de quemarlo no me termina de convencer. También podemos burlarnos del pasado, así como el judío este que ha hecho una comedia sobre Hitler; todo depende de uno al final, ¿no crees?

Un abrazo.

Anita said...

claro, por eso cuando yo aconsejaba quemarlo pensaba en la solución para ella, porque yo no puedo. Lo de la burla o la risa, eso sí que alivia un poco. La cuestión es que yo debí escoger pasar esé último día con una amiga que sí es mi amiga. Creo que he aprendido la lección Hiscariotte.

M said...

las fotos, están buenas.

M said...

las fotos, están buenas.

Anonymous said...

A mi tambien me hubiera gustado que ese dia nos hubieramos visto y despedido, pero tampoco queria presionar porque se que las despedidas no son agradables.
No importa amiga ya habran mas oportunidades.
El pasado siempre vuelve como La ciudad de Kavafis, pero hay que sobrellevarlo y encontrar a que aferrarnos.

besos,
Urania

Anonymous said...

Urania, tienes toda la razon, mientras más se aleja ese día, me reafirmo.
Qué bueno que te hayas dado una vuelta por aquí.