Monday, November 27, 2006

Dia de domingo

"Los soles se ocultan, y pueden aparecer de nuevo; pero cuando nuestra efímera luz se esconde la noche es para siempre, y el sueño, eterno". (Catulo)
Lunes, muy tranquila repaso mi día de domingo. De repente me acuerdo de esa canción brasilera, día de domingo, esa que dice, necesito respirar...
El domingo más temprano que siempre intento robarme el carro de la casa de mis padres para llevar a cabo mi plan: ir a votar con mis amigos y luego desayunar en el bolón de Tere, un súper tigrillo. Soy descubierta en el acto, mi padre tan madrugador como yo se ha levantado antes y planea irse a La Palma, con mi mamá, pero ella, desde que trabaja no tiene intenciones de despertarse temprano, darnos el desayuno o simplemente levantarse.
Él me cambia los planes momentáneamente, quiere hacer cambiar los planes de ella, a mi madre que intenta convencerlo de que me preste el carro. Al final me salgo con la mía y a las siete y media ya estoy manejando. Antes tuve carro, y recordé cuánto me gusta manejar; en el viaje que hice una vez con unos alumnos a Machala, nuestra llegada al parque petrificado de Puyango y luego el regreso aparente a Machala, eso sí, después de habernos cruzado la frontera. Una aventura para ellos y para mí, como protagonista de la historia. Tal vez los chicos se acuerden más de eso que de las clases, y si es así, me siento satisfecha.
Después de recoger a mis dos pasajeros llego al recinto electoral, a no ejercer el derecho al voto. He estado siempre empadronada en Balzar y no soy de allá, pero, ¿acaso soy de acá?, ¿será que el error en el padrón quiere ratificarme mi condición de extraña en el puerto? Cuando me acerco a la junta en que me tocaría votar la presidenta me reconoce, y dice, ¿pero si usted votó aquí en la primera vuelta? Y yo asiento y digo que son cosas que ocurren, porque quiero tener el bendito certificado. En realidad me muero de ganas de robarme las papeletas electorales, o tal vez de robarme solamente una para tener de recuerdo.
Me dan el papelito y lo guardo en la billetera; nos vamos y tenemos que subir el paso de peatones que está al pie del colegio y el olor es tan desagradable, tan de desagüe, de baño público, que me transporto a las épocas en que todo Guayaquil era un baño público de hombres, porque las mujeres no tenemos la facilidad de vaciarnos así de fácil.
La oferta comestible varió ayer, se hizo mexicana, típica de la sierra y de la costa. Un tendido tenía calzones, y se me pasó por la cabeza comprarme uno, pero el calor y la prisa por llegar al bolón o al tigrillo fue más fuerte. Me acordé de un ex profesor que decía que para él cualquier comida era un largo periplo hacia el postre; definitivamente era un fanático de los dulces, así como yo soy una fanática de la sal. Una vez en el bolón de Tere di rienda suelta a mi deseo, y luego, cuando llegué a mi casa, me sumergí en un sopor producto del empacho gastronómico y electoral. Soñé que un avión de LAN se caía en la ciudad, y yo veía el siniestro desde la ventanilla de otro avión que sí volaba; soñé también que Alvarito ganaba, y ascendía a los cielos ataviado con los trapitos del Divino Niño, y su esposa se convertía en la única e irremplazable presidenta del Ecuador. Cuando me desperté seguía un poco desubicada, como de costumbre y prendí el televisor para esperar que mi sueño fuera una pesadilla, al menos parcial.
Hoy que escucho los comentarios del triunfo de Correa y la esperanza perdida que parece haber renacido para algunas personas, espero también que esa esperanza me de una bofetada para que crea más, para que sueñe más. Pero estoy en Guayaquil, y esta ciudad no permite muchos sueños, por más identidades que una se invente.

Thursday, November 23, 2006

La sopita


Hoy tenía que postear mis excesos y la sopita no podía faltar; es mi clásico líquido. No puedo decir que la prefiera a un caldo de salchichas o al de bolas de verde, pero cada vez que me he tomado la sopita de papa de Tony Romas ha sido en medio de una conversación reveladora. Tal vez lo más importante es coincidir en ciertos gustos, y todavía me cuesta creer que esta sopita me une a Lu Ber, o la Cantante, o a mi Gemelo. Tres personas distintas. Cuando me acuerdo de ellos pienso que tenemos una cosa visiblemente común: nos encanta la comida. ¿Y compartir la sopita? Pues eso es lo mejor. ¿Les apetece?

Sunday, November 19, 2006

Colada

Hace años que no escuchaba la palabra colada y es porque nunca fui colada y me molestaba que otras personas lo fueran. Así que cuando mi amiga me llamó ayer porque otro amigo nos recogería para ir a una parrillada no sabía que llegaría a la casa de una conocida estrella del Rock de la ciudad. Acepté porque pensé que se trataba de una reunión grande en donde pasaría inadvertida mi coladés, pero no, la reunión era íntima, me revelaron los pocos que estaban ahí, después del calor y la confianza de las cervezas.
El mejor momento de la noche: el rockero y una cantante en vivo, improvisando, en un pequeño patio de La Alborada; me parece un misterio el don de la música, creada o interpretada sin previo aviso.
La mejor anécdota contada: la del rockero que abrió el concierto de Molotov y que después de que el público coreara sus canciones fue sacado del escenario por la gente de los Molotov para que, por fin, cantara el grupo mejicano, y luego la cabreadez del cantante ecuatoriano que putió a los Molotov por haber sido tan descorteses, y que después del concierto se dio cuenta de que uno de sus íntimos amigos había robado una guitarra de colección del grupo mexicano, que valía oro.
Tranquilidad, no vayan a pensar que los músicos son ladrones, era una pequeña jugada para demostrar que no porque fueran Molotov podían portarse tan insolentes como siempre. La angustia que deben haber sentido los mejicanos debe haber sido insoportable. Finalmente, la guitarra fue devuelta con una notita que decía: “Para que ya no sean tan hijos de puta”.
La música de fondo, los Gotan project y su revancha del tango; ya eran las 5 y media de la mañana.

Tuesday, November 14, 2006

Llueve sobre mojado



"Y al final sale un sol incapaz de curar las heridas de la ciudad".

Tres de la madrugada con los ojos abiertos como platos en la oscuridad de mi habitación no tan oscura, pensando que pienso que estoy despierta a las tres de la madrugada sin escuchar más ruidos que el de algún gato aventurero que corteja a una gata o a un ratón; no importa cuál sea la especie, todos van por lo mismo o casi lo mismo. Supongo que para los que han vivido con alguién es más fácil darse una vuelta y rozar el cuerpo tibio de la otra persona, pero si estás sóla en tu habitación te enredas en las sábanas, un poco ásperas, y te das cuenta de que no las has llevado a la lavandería desde hace 20 días y si miras más allá y la oscuridad te lo permite puedes ver polilla debajo de la puerta. El celular está en el piso, quieres mandar un mensajito, aunque sea uno sólo y cuando crees que sabes a quién se lo vas a mandar te das cuenta de que puede que mejor sea no envairlo, asi que mejor no lo envías, si finalmente lo que buscas te lo puedes dar tu mismo, o casi.

A las cinco de la madrugada logro dormir un poco, pero lo único que duerme es el cuerpo porque todo sigue dando vueltas y vueltas hasta que ya no puedo resistir el colchón sobre el piso, mi cuerpo enredado en las sábanas, la almohada maldita que es demasiado delgada, y me doy cuenta de que no es ahí donde quiero dormir. Escucho música, nace de mí misma, es la canción de Chico Buarque, Oh qué será, pero en salsa, asi que pienso que bailo a las cinco de la madrugada, antes del amanecer con un fantasma, tan real que he podido sentir su olor, y me despierto un poco confusa todavía, y escuchando a Fito y a Sabina esta vez , justo cuando dicen bla bla bla bla suenos equivocados... cuando se acuestan la razón y el deseo llueve sobre mojado...cosas de enamorados... colorín colorado".

Tuesday, November 07, 2006

Arbolesenlanoche


Un poco de reciclaje no viene mal, así que busco imágenes de otro tiempo y me encuentro gratamente con esta de los árboles en la noche que grabé como arbolesenlanoche, por falta de originalidad y pereza dáctil, ya que me paso muchas veces pegada a estas teclillas infames y rebeldes que se niegan a obedecerme por más que las presiono con fuerza.
Creo que yo no tomé esta foto, pero es como si la hubiera tomado porque todo se ve tan de cabeza, invertido y verde. La nocturnidad es un motivo inevitable, trillado y recurrente. Así es y me gusta que así sea.
Arbolesenlanoche tiene que ver con una conversación en un parque cerca del estero, mirando a una pareja sentada en un banquito.
Las noches guayaquileñas se están volviendo calurosas, pero en el momento de arbolesenlanoche el clima estaba perfecto. Ni muy frío ni muy caliente, aunque confieso que no me gustan estas definiciones, aunque diga que sí, aunque intente que sea así, un poco para ser ordenada y hacer que el cuerpo me obedezca. A veces creo que me gusta reprimir el cuerpo porque me provoca placer la dominación. Pero todo es un juego, un juego en el que creo que me gusta reprimir el cuerpo para sentir un poco ese placer del mando que es irreal en mi vida real.
Arbolesenlanoche es la imagen premonitoria del descalabro, de un vacío en el que no se distingue nada más que esas hojas verdes en movimiento, durante los segundos que duró hacer la toma, y una voz ya lejana que va despareciendo despacio, sin prisa.
Arbolesenlanoche.

Monday, November 06, 2006

La fiesta continua


La Taberna, un día antes de Halloween. Cumpleaños de la cantante. Llegaron algunos y nos divertimos, como habíamos prometido. Lo mejor de la noche es que todos tenían dentro el espíritu de bailarines de streptease. Las fotos lo dicen todo. En el recuerdo quedarán las botitas de Madame Bovary. Y en el cuerpo los estragos de la cerveza bien helada, y algunas marcas que permanecerán, por lo menos hasta que se acaba este maldito año. Creo que este 31 correré nuevamente como una loca despavorida alrededor de la cuadra con una maleta o una mochila, para ver si me vuelve a resultar la cábala, por lo demás, que se consuma bien, que se haga cenizas y que se me olvide que existió el 2006.
La fiesta se terminó a las 12 cuando una guardia municipal se paró en la puerta con cara pícara. La invitamos a pasar, pero ella no quiso, eso sí, dejó claro que hubiera querido entrar. Como siempre huí en mi taxi amigo, antes de que se rompiera el hechizo que me enseñaría que montaba una super calabaza, con ratoncitos y todo.
¿Qué más se puede pedir en un cumpleaños? No lo sé. Los míos siempre son acontecidos, como digo yo; por ahí desfilan personas inconvenientes a todos y muy convenientes para mí, se mezclan todos y parece que la pasan bien. Por dentro yo sufro porque no quisiera que se sintieran mal, pero es inevitable. Como prometí, me divertí a mi manera, por supuesto. El próximo año todo será diferente, todo, todo, no importa qué tenga que hacer. Y no crean que siempre me prometo lo mismo. Esta es la primera vez.