Tuesday, July 10, 2007

El regreso de Extrañas.

Mi cuerpo no me pertenece, supongo que he de recuperarlo cuando me haya comido tu corazón. Y así, con esa hambre de recuperación me acosté a dormir, o débería decir a soñar. El sueño apareció en sepia y yo tenía un solo ojo, medio labio y una sola mano. Iba corriendo montaña abajo tratando de alcanzar mi otra mitad que era mucho más rápida y que se dispersaba a medida que descendíamos. ¿Cómo saber si debía alcanzar primero a ese otro ojo maldito, o a la boca de línea más parecida a un papel liso sin imprimir? El aire me faltó para llegar. Al final había un gran mar de leche, así que mojé mis pies en él mientras desaparecían la mitad de mi labio, el ojo, y la mano que me faltaba. Parecía que los había perdido para siempre. Una siempre piensa que todas las pérdidas son definitivas, en lugar de comprender que son una espiral que va cambiando de nombres, de rostros, de corazones. El mar de leche se convirtió en un algodón de azúcar y el cielo se tornó gris, cayeron las gotas de nieve y mi sola mano, mi solo labio y mi ojo quieto fueron cubiertos con los copos.
De repente la música que lo embargó todo y luego el depertar. No me gusta despertar con un espacio entre las piernas.

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