Wednesday, February 07, 2007

A room with a view


Suenan las campanas de la iglesia de la Plaza de San Francisco. hay eco y no para de llover; esta vez no hace calor y hay un ambiente perfecto para tomar fotos. Pude ver el departamento que sueño noche a noche, la vista que me entrega con un poco de río y un poco de cerro, las luces y los ruidos propios del centro.
Son muchos años viviendo en Guayaquil, y cuando estoy en otro departamento, tal vez el que en realidad quería ver, pienso que jamás he visto Guayaquil desde arriba, el pleno corazón del centro, desde arriba. La perspectiva cambia, no sé si por el agua de lluvia o porque antes he visto una foto de esa vista que miré muchas veces durante una extraña conversación.
Toco el timbre y luego pienso que qué hago en este sitio, que puede ser un error, que me fascina ver una mesa de trabajo llena de papeles, objetos que no comprendo porque no conozco a la persona que he decidido visitar. Qué significará esa especie de chanchito con cola enrulada y cara de persona. Será la cara del hombre con el que converso, será alguna alusión política.
Hay una pesa cerca del balcón. Sí, una balanza y varios portaretratos en una pequeña repisa. No distingo quiénes están en esas fotos además porque intento concentrarme en la conversación y no puedo. En lugar, pienso que he venido porque deseé llegar a ese piso, escalarlo, explorarlo y luego no sé. Tal vez huir subrepticiamente al amanecer. Voy muy loca por estos días, pero loca en la fantasía y no en la realidad. ¿Qué habrá pensado esta otra persona? Se habrá concentrado en lo que yo decía, pensará que he venido para hablar o pensará que llegué por el mismo motivo que él tuvo para abrir la puerta?
Tengo un problema proxémico. Sólo hay un asiento mitad sillón, mitad sofá, muy pequeño, muy estrecho, muy cómodo. Se sienta y yo espero un poco hasta sentarme, estamos muy cerca y siento una pequeña tensión que evado intentando buscar otro lugar.
Disimulo mi problema con las proximidades, pero se da cuenta. Cierran la puerta del edificio a las 10h30. Estoy atrapada si yo quiero. Sí quiero, pero de un momento a otro digo que me tengo que ir. Bajamos, sin decir una palabra, una sola palabra, y me voy. Ahora la cuestión es si habrá retorno.

2 comments:

Anonymous said...

La proxémica, linda palabrita, aunque medio complicada en su aplicación práctica. Es muy temprano aún para saber si tocar el timbre fue o no un error, ¿no crees?

Un abrazo Anita.

Lyla Bokà said...

la próximeca, palabra divertidísima, cuando subrepticiamente te dejas alocar.