Sunday, December 10, 2006

A dos velas


En mi casa mandamos a lavar la ropa fuera y me quedé sin sábanas limpias; el resultado fue una pésima noche a colchón pelado, con un poco de frío y muy mala respiración porque la gripe me dura mucho más por ser alérgica y casi asmática.
Sábado, mediodía. Hipermarket de la avenida Francisco de Orellana. Lo odié por enorme, desordenado, abarrotado de personas que se chocaban unas a otras sin decir una palabra. El ruido de la multitud es apabullante en la ciudad; no importa si estás en el centro o en un centro comercial.

Retroceder un día. Es viernes y quiero tomar muchos vodkas, pero en grupo. Esto de querer tomar unos tragos no es muy usual, pero cuando aparece el deseo nada mejor que saciarlo. El problema es que no quería tomármelos sola. El pequeño límite estuvo en el cansancio; sí, cansancio de pensar mucho, de otra vez romper y luego empezar otra vez, y ahí, justo cuando estaba en estas meditaciones, me agoté.
¿Qué hace una mujer que cree que quiere estar con alguien que le da toda la impresión de que en realidad no quiere estar con una? ¿Cierra el capítulo, o sigue y sigue igual que el agua del río, sin llegar a ninguna parte? ¿Qué es una parte? ¿A dónde quiere llegar? ¿O será mejor hacer lo que a una le plazca y si todo es satisfactorio para una simplemente estar? No, no, no. Tres veces un no es como un sí.

Volver al futuro. La llamada llega el sábado al caer la tarde. Dos velas se presenta en la plataforma del MAAC y ahí estoy junto al público peso pesado de Guayaquil. Habría que hacer un documental del comportamiento de ciertos grupos sociales y ver cómo reaccionan a los estímulos del arte y de los espectáculo culturales, en general. Los tres rumberos de Jerez de la Frontera aupando al público para que se pare, para que cante, para que baile y nada. Eso sí, un poco más de whisky y con la última canción, Con la gente que me gusta las mujeres estaban casi en el escenario de los españoles que luego se iban a Dadá a rematar la noche. Yo estuve sentada en una mesa esquinera y si quiera vi unas 10 rubias tan, pero tan parecidas, que no sabía si era el efecto multiplicador de los tragos o la falta de identidad o precisamente la identidad de los guayaquileños clase alta. Y podría seguir con la ropa, todas las mujeres vestidas iguales, con los mismos colores, el mismo estilo. Son los que pagaron 35 dólares para ver a Dos Velas.

A Dos velas. por fin conozco a la chica chico en La Taberna. Esta historia tiene episodios que empiezan en el blog de una conocida. La cuestión es que el aburrimiento lleva a muchos lugares y a veces, cuando se llega a ciertos sitios es difícil volver. Siempre es difícil volver; el pasado pesa demasiado o a veces recordamos que nos sentimos tan bien, tan agradables que lo preferimos a este estar en un presente anodino. He llegado a la conclusión de que el cariño es muy deseable; lo digo porque en algún momento era una mujer-placer anti demostraciones de afecto. Hoy me complacen aunque vivo mi propio patín.

Baño de la Taberna. no estoy muy segura de lo que pasa en este bebedero, pero sí de lo que ocurrió en el baño. Al principio disfruto mucho de la idea de dar rienda suelta a todo, pero cuando la noche termina y veo el estado en que ha quedado mi amiga, por unos instantes, me aterro de la descolocación, del descentramiento. Primero pienso en mi amiga que ha entrado en pánico, cuando se ha recuperado un poco terminamos la noche en Ojos de perro azul, en la barra, con humus, una cola de dieta y una cerveza. Tomamos un taxi y yo llego a mi colchón de a Dos velas y pienso en la chica chico, un poco abatida porque no se da cuenta de que todo fue un juego. Pienso en sus ojos negros mirando extasiada algo que no es real. Siento chuchaqui moral por cómplice y encubridora,y aún no ha amanecido. El calor del invierno se deja sentir, así que la ropa no es necesaria; la piel se pega al colchón y siento, siento mucho. He hecho una digresión, hubo mucho más.

1 comment:

Hiscariotte said...

El viernes y el sábado a los tiempos que dormía solo con una sábana encima; el calor me provoca una nostalgia incómoda que casi roza la inocencia, casi.

Un abrazo.