Thursday, February 15, 2007

Devaneos sentimentales

Si el pasado sentimental regresa, sólo hay dos opciones: o lo tomas y haces de tipas corazón o haces la del capitán araña. La del capitán araña es la que escuché de mi abuelita. Ella siempre ha bromeado sobre sí misma por su nerviosismo para los temblores, los relámpagos y cualquier situación angustiante. Cuando llegaba el momento de su verdad, huía, pasara lo que pasase.
La del capitán araña es mi opción, creo yo porque de tanta caída una ya no se quiere volver a caer y es literal. De todos estos devaneos hay algo muy positivo y es que de verdad no tropezaré con la misma piedra. Lección aprendida: no presiones a otros a tomar decisiones de las que luego no te puedas hacer responsable.

Una de estas cosas no es como las otras

Plaza Sésamo se hizo presente en una misma mesa mientras la sexópata errante cantaba Cómo han pasado los años. Yo pensaba y pensaba y también algo conversaba, pero de verdad no puse tanta atención a las palabras. Mi patín estaba bien lejos, en las playas manabitas desiertas porque no hay gente y porque no llueve. Dicen que ya son 4 años sin lluvias y el panorama es evidente. Montaña áridas, polvorientas como los caminos, mucha sal, mucho sol.
Regresamos a la mesa aquella en día de San Valentín, una fiesta que no celebro, y pese a ello, ahí estaba probando o tal vez probándome a mi misma el autocontrol.
Al final llego a la conclusión de que me gustan los extremos, los bordes, las comisuras; es allí donde transito, donde me reconozco. Hay una sensación de vacío inevitable por eso, como dije antes, la del capitán araña es mi opción.


Colombia chiquita





Digresión, nuevamente cambio de tema a mi antojo, sigo sentada en la mesa del Dizengoff escuchando los boleros y pienso en Salango, desierta después de que la televisión explotara por algunos días el caso de la droga que apareció en la playa, traída por la marea.
Generalmente el restaurante El delfín mágico está lleno los fines de semana, pero no hubo nadie, lo único que se veía eran ventanas cerradas. Tomé un tricimoto para ir a Puerto López y el que manejaba me dijo que hace años que en Salango hay cosas raras, no de parte de los habitantes del pueblo sino de ¨la mafia¨., porque ¨la mafia siempre es internacional¨, me comentó. La modalidad de ocultar droga debajo del agua era un éxito hasta que los buzos nativos del pequeño pueblo descubrieron el contenido de estas bolsas negras de plástico.
¨Algunos ni sabían qué era la droga, pero siempre hay otros que saben¨. Fin de la conversación.
Siempre hay otros que saben, esa fue la frase que a mi se me quedó retumbante y que volvía a repetirme mientras los boleros continuaban en la voz de la mujer de terciopelo.

Wednesday, February 07, 2007

A room with a view


Suenan las campanas de la iglesia de la Plaza de San Francisco. hay eco y no para de llover; esta vez no hace calor y hay un ambiente perfecto para tomar fotos. Pude ver el departamento que sueño noche a noche, la vista que me entrega con un poco de río y un poco de cerro, las luces y los ruidos propios del centro.
Son muchos años viviendo en Guayaquil, y cuando estoy en otro departamento, tal vez el que en realidad quería ver, pienso que jamás he visto Guayaquil desde arriba, el pleno corazón del centro, desde arriba. La perspectiva cambia, no sé si por el agua de lluvia o porque antes he visto una foto de esa vista que miré muchas veces durante una extraña conversación.
Toco el timbre y luego pienso que qué hago en este sitio, que puede ser un error, que me fascina ver una mesa de trabajo llena de papeles, objetos que no comprendo porque no conozco a la persona que he decidido visitar. Qué significará esa especie de chanchito con cola enrulada y cara de persona. Será la cara del hombre con el que converso, será alguna alusión política.
Hay una pesa cerca del balcón. Sí, una balanza y varios portaretratos en una pequeña repisa. No distingo quiénes están en esas fotos además porque intento concentrarme en la conversación y no puedo. En lugar, pienso que he venido porque deseé llegar a ese piso, escalarlo, explorarlo y luego no sé. Tal vez huir subrepticiamente al amanecer. Voy muy loca por estos días, pero loca en la fantasía y no en la realidad. ¿Qué habrá pensado esta otra persona? Se habrá concentrado en lo que yo decía, pensará que he venido para hablar o pensará que llegué por el mismo motivo que él tuvo para abrir la puerta?
Tengo un problema proxémico. Sólo hay un asiento mitad sillón, mitad sofá, muy pequeño, muy estrecho, muy cómodo. Se sienta y yo espero un poco hasta sentarme, estamos muy cerca y siento una pequeña tensión que evado intentando buscar otro lugar.
Disimulo mi problema con las proximidades, pero se da cuenta. Cierran la puerta del edificio a las 10h30. Estoy atrapada si yo quiero. Sí quiero, pero de un momento a otro digo que me tengo que ir. Bajamos, sin decir una palabra, una sola palabra, y me voy. Ahora la cuestión es si habrá retorno.