Invierno de mis contentos. El amor bulle en el calor de esta ciudad maloliente y encascarada en colores pasteles. Es muy posible que cuando sople el viento todo se caiga en pedazos y se alce un hongo amenazador más parecido a la corriente del Guayas que a la bomba de Hiroshima.
Ya embarcada en una historia de amor no sé cómo hacer para no perderme; si miro atrás me convertiré en una estatua de sal y si camino sin mirar no podré recordar mi nombre.
Todo se reduce a la abulia del amor, peor aún, a la necesidad de esa calma que me ha hecho buscar una aguja en un pajar. Y ahora que la aguja me pertenece necesito quitarme la venda de los ojos.
Mundo laboral: una amalgama de estupideces que la hacen pensar a una que vale la pena ser una mujer productiva. De 8h30 a 6h30 soy una máquina de producción y cuando llego a mi casa del parque vivo en otra dimensión. A menudo he explicado cómo esto de vivir escindida, en mundos paralelos. Es una necesidad, una diversión, una fantasía y una realidad.
Mundo amoroso: todo empezó con el peor acto amatorio que he tenido. Y una se pregunta, ¿por qué vuelves por lo mismo si fue tan malo? Solo hay una respuesta, y es que cuando se tiene tan cerca como en el sexo a otro ser humano se intuyen muchas cosas. Yo intuía a una persona totalmente sensible, es una pequeña revelación. Y por otro lado, hay algo abyecto en un mal palo. Es como esos perfumes que me gustan porque en el fondo huelen a podrido.
Hoy el episodio del primer encuentro está totalmente desdibujado por un hermoso balcón por el que puedo observar toda la ciudad o lo que yo considero que es la ciudad. Ruidos de pitos, de tránsito y la cercanía de esa persona indispensable.
Saturday, February 09, 2008
Subscribe to:
Posts (Atom)